Aún pueden escucharse cuentos del deporte que pasan a la historia por el simple hecho de ser diferentes, de tener algo especial. Aún hay atletas que no sólo se limitan a ganar.
Enrico Gasparotto es un ciclista italiano. Tal vez su mejor época ya pasó, sí, tal vez está por entrar a la recta final de su carrera, también es cierto, pero sin lugar a dudas le regaló al deporte una escena mítica que todo amante del ciclismo recordará por algunos años. Enrico ganó la Amstel Gold Race y la historia es la siguiente.
Con sus 34 años de edad a cuestas, el ex integrante del Lampre y Astana, fichó con el Wanty-Groupe Gobert, de Bélgica, en 2015. Sin ser un equipo de la máxima división del ciclismo mundial, esta escuadra ha logrado tener invitaciones para algunas carreras importantes del calendario europeo.
Sin embargo, las malas noticias los golpearon como a pocos justo el pasado 27 de marzo cuando el ciclista belga Antoine Demoitié, integrante del equipo, cayó al suelo y posteriormente fue atropellado por una motocicleta del grupo de vehículos de la carrera durante la clásica Gante-Wevelgem. Tras el percance, y varias horas de hospitalización, Demoitié falleció.
La noticia enlutó por completo al ciclismo a nivel mundial, y aunque se abrió la controversia con el tema de las motocicletas otra vez, se le dio prioridad al dolor que causaba la muerte de un deportista. El equipo belga debió retirarse de algunos compromisos posteriores debido a que el ánimo en la escuadra estaba totalmente deshecho.
Y es aquí donde entra nuestro protagonista: El italiano que maravilló al mundo al demostrar que no sólo se necesitan piernas para pedalear. El hombre que dejó en claro que el corazón puede más que la propia resistencia. El guerrero que demostró que los pronósticos son válidos para la estadística… pero que el destino los odia. Gasparotto ganó la Amstel Gold Race este pasado domingo.
Enrico se mantuvo en el grupo principal durante los casi 250 kilómetros de recorrido con todo y las 34 cotas que caracterizan a esta clásica holandesa. Para la resolución de la justa, el italiano se metió entre los principales contendientes al título sin miedo alguno.
Con el corazón en las piernas buscó un ataque en solitario a menos de dos kilómetros de la meta.
Y aunque detrás le siguió el danés Michael Valgren, del Tinkoff, el italiano sabía que ésta era la mejor manera de rendir homenaje a Demoitié y nadie, absolutamente nadie, le iba a quitar ese gusto.
Enrico Gasparotto cruzó la meta con las manos en alto y con la mirada al cielo. Ganó la carrera por su compañero y amigo. Hubo lágrimas desde ese momento dado que el sentimiento estaba a flor de piel. Todos los auxiliares y directivos del equipo corrieron tras él para abrazarlo aventando a cuanta gente se cruzaba por su camino. El homenaje a Demotié lo perdonaba todo. Y es que hay un detalle más, el italiano no ganaba una carrera desde 2012 cuando triunfó, curiosamente, en la Amstel Gold Race de aquel año.